Los padres tóxicos (referido a padre o madre de manera indistinta) son esas personas que, debido a las características de su personalidad y vivencias pasadas, dañan la vida de los demás y, en este caso, tienen hijos que educan pero de manera poco o nada aconsejable.
Seguro que todos hemos conocido o, incluso, padecido a alguien así. Alguien que nos ha hecho sentir mal sin razón y de forma sutil. Esto es lo más peligroso, pues se hace aparentemente sin ninguna intención y claro, aún es más confusa la sensación. Porque cuando alguien te daña de frente te defiendes, pero cuando ese alguien es tu madre o tu padre y se supone que te quiere sobre todas las cosas pero te hace sentir mal… ¿qué pasa entonces?
Básicamente, que de niño no te das cuenta de ese maltrato. Cuando creces comienzas a sentirlo de forma consciente y suele ser habitual poner tierra de por medio para estar lo más lejos de esa persona que nos anula. Un día, de repente, nos damos cuenta de que podemos vivir sin ella y que somos adultos para irnos donde queramos. Aunque si la personalidad del progenitor es lo suficientemente dominante para mantener anulado al pequeño, también se da el caso contrario: no abandonar jamás el nido por haber perdido toda la autoestima en los primeros años de vida. Es lo que tiene ser niño, que eres manipulable y como te eduquen, serás.
Ojalá no se vean reflejados en estas características de personas tóxicas, y si se ven, rectifiquen, reflexionen y cambien el destino. Si reconocen a alguien así que tenga niños a su cargo y pueden hacer algo para aliviar esa situación y hacer que ese pequeño se sienta mejor consigo mismo, háganlo sin dudar. Es posible que estén “salvando” a un próximo adulto.
Absorbentes: El niño debe poco a poco ir haciendo su vida y descubriendo el mundo, pero esto los padres tóxicos no lo entienden. Los quieren muy cerca y para ello impiden cualquier atisbo de independencia haciéndoles sentir culpables simplemente por querer convivir con otras personas. En la adolescencia esta situación se agrava cuando aparecen amigos, novios, actividades en grupo fuera de casa…
Perfectos: “Nadie te va a querer como yo” es la frase que puede resumir este punto que esconde una autoestima inexistente en el padre o la madre, que pretende llenar su propia vida siendo el eje principal de la vida del hijo. Nadie te amará, cocinará, cuidará, vestirá como yo. Nadie te conoce igual ni te entiende ni sabe lo que necesitas. Y si no hay una persona cerca que neutralice esto, ese niño o niña crecerá aislado de la gente porque, según su progenitor, el resto del mundo en su totalidad no le querrá bien.
Competitivos: Sí, porque es posible competir con tus hijos aunque nos parezca una aberración. Hay madres que ven en sus hijas rivales y hay padres que ridiculizan a sus hijos para sobresalir. Si has tenido hijos sin ser muy consciente de lo que estabas haciendo, es posible que descargues tu frustración en ellos y que te niegues a darles cariño y comprensión, a la vez que les culpas de todo lo malo que te pasa.
Indiferentes: Hay veces que no es el control excesivo lo que hace mal, sino la falta absoluta de él. Por desgana o desinterés, se acaba dejando que el niño haga y decida su vida sin estar capacitado del todo para ello, lo que da como resultado niños con poca o ninguna tolerancia a la frustración, caprichosos y egoístas.
Manipuladores: Cambian la realidad a su antojo, se inventan lo que ha pasado. Estos padres son realmente dañinos pues les “venden” a sus hijos una realidad que no existe más que en su cabeza. La que a ellos les viene mejor. Y claro, son tus padres y eres pequeño: ¿a quién vas a creer?
Distantes: No brindan afecto ni valoran el que reciben de sus hijos. Probablemente así crecieron y repiten este triste comportamiento con sus pequeños. Éstos crecen sin recibir amor y acaban por no darlo tampoco, ya que son rechazados. Cualquier muestra de atención que tengan hacia sus padres puede ser recibida con un “es lo que debes hacer, es tu obligación”. Este vacío emocional es muy perjudicial para el niño pues en la etapa adulta desembocará en dificultades para relacionarse y en una sensación de culpa en los momentos que se sienta feliz, ya que lo han criado haciéndole creer que no tiene derecho a serlo.
Limitadores: Perpetúan los roles de género hasta el extremo, educando niñas sumisas, delicadas, femeninas e híper responsables, así como varones que no deben mostrar sus sentimientos y sí ser agresivos y despreocupados. Lo malo no es ser así por tu propia naturaleza, lo nefasto es que tu sexo defina tu forma de ser desde que naces limitando tu vida y tus deseos. Estamos en el 2017, por favor, dejemos que cada niño sea persona ante todo y desarrolle su personalidad de forma natural.
Víctimas: Su afán por llamar la atención no tiene límite: llegan incluso a “enfermarse” si se les lleva la contraria. Para conseguir que los niños hagan lo que ellos quieren aún cuando no sea sano, usan el chantaje emocional de forma deliberada, siendo peligrosísimo, pues la culpa que les hacen sentir anula el carácter y la voluntad del niño, convirtiéndole en una marioneta sin decisión.
Hay muchos más tipos de padres tóxicos, por desgracia. Ojalá entendiéramos todos que es una responsabilidad muy grande tener hijos y educarlos. Que nuestra influencia es brutal en su desarrollo como personas y que si no podemos con ello o nos desborda, debemos pedir ayuda familiar o profesional.
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