Aunque en ocasiones ser madre puede llegar a ser agobiante, también es la mejor forma de conocer el verdadero amor, ya que nuestros hijos se convierten en la luz de nuestras vidas.
Algunas veces el cansancio y el estrés provocan que les terminemos gritando a nuestros hijos, hasta el punto de querer que sean perfectos.
A continuación, en este artículo te mostraremos las 5 cosas que se aprenden cuando dejas de gritarles a tus hijos y los educas con amor y comprensión.
Lo que debes saber sobre por qué NO debes gritarles a tus hijos
1.- No tengo hijos perfectos, pero tampoco los quiero perfectos.
Mis hijos son perfectamente imperfectos, ya que son niños a los que se les derrama el jugo, no les gusta bañarse, nunca quieren ordenar su habitación, no quieren comer vegetales y siempre lloran para que les compre un juguete nuevo.
Lo importante es que los amo con todo y su torbellino de risas y besos empegostados, a veces con su imprudencia porque son espontáneos y gruñones porque tienen su propia opinión de todo, así como también caprichosos porque sólo quieren ser felices.
2.- Lo perfecto es enemigo de lo bueno.
El día que decidí dejar de gritarles a mis hijos aprendí que no es necesario que sea una madre perfecta, ya que no me encuentro en una competencia para demostrar algo que no soy y no quiero ser. Mis hijos me enseñaron que debo ser menos correcta y planificada, y más espontánea y feliz.
3.- Soy la mamá que mis hijos necesitan.
No puedo creer que antes de que mis hijos llegaran a mi vida ya tuviera pensado cómo quería criar a mis hijos, por lo que cuando estaba embarazada planifiqué lo que iba a hacer en cada situación que se me presentara porque no quería ser una madre improvisada.
Entre las cosas que pasaban por mi mente estaban que no les daría comida chatarra y que les enseñaría modales en la mesa, así como también a ser valientes e independientes.
Después puede darme cuenta de sólo debo ser la mamá que ellos necesitan y no la que planifiqué ser, ya que cada uno de ellos es diferente y necesitan que los comprenda.
4.- Las miradas de los demás sobran.
Afortunadamente tengo buenas amigas que también son madres con las que puedo compartir lo difícil que a veces resulta ser mamá, por lo que nos reímos y nos preocupamos juntas.
Pero, también aprendí que algunas miradas y palabras salen sobrando, ya que sólo vienen a intentar arruinar la relación que tengo con mis hijos, por lo que entendí que esas miradas y consejos de personas que no son importantes en mi vida no valen nada.
5.- Aprendí a superarme a mí misma.
Mis hijos son el motor de mi vida, ya que ellos me enseñaron a ser mejor ser humano, así como ha demostrarme que soy fuerte y perseverante.
Actualmente puedo decir que soy la mejor versión de mí misma a comparación a la que era cuando ellos nacieron, ya que me reinventé gracias a que cada día me retan a ser mejor.
Todos los días me despierto con el objetivo de ser una mamá que esté a su altura, con la fuerza y disposición para educarlos como cada uno necesite.
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Fuente: eresmama.com